domingo, 27 de octubre de 2013

¿Qué es el espíritu?

¿Qué es el espíritu?

En la Biblia, las palabras que se traducen por espíritu significan fundamentalmente “aliento”, pero implican mucho más que el acto de respirar. Por ejemplo, el escritor bíblico Santiago señala: “El cuerpo sin espíritu está muerto” (Santiago 2:26). Por lo tanto, el espíritu es aquello que da vida al organismo.
Esta fuerza vivificante no puede ser simplemente el aliento o aire que circula por los pulmones. ¿Por qué? Porque después de cesar la respiración, las células corporales permanecen vivas por un corto tiempo: “durante varios minutos”, según The World Book Encyclopedia. Por eso se pueden practicar la resucitación y el trasplante de órganos. Ahora bien, una vez extinguida la chispa de la vida que anima las células del cuerpo, es inútil intentar recuperarla. No hay aliento que pueda revivir siquiera una célula. El espíritu, por tanto, es la fuerza de vida invisible —la chispa— que mantiene vivas las células. Dicha fuerza se sostiene mediante la respiración (Job 34:14, 15).

¿Está activo el espíritu solamente en el ser humano? La Biblia nos ayuda a llegar a la conclusión correcta sobre este asunto. El sabio rey Salomón escribió: “¿Quién hay que conozca el espíritu de los hijos de la humanidad, si asciende hacia arriba; y el espíritu de la bestia, si desciende hacia abajo a la tierra?” (Eclesiastés 3:21). De modo que, según las Escrituras, los animales tienen espíritu al igual que nosotros. ¿Cómo es posible?

El espíritu, la fuerza de vida, puede compararse a la corriente eléctrica que fluye por una máquina o un electrodoméstico. Aunque es invisible, puede emplearse para llevar a cabo diversas funciones, dependiendo del tipo de equipo que active. Por ejemplo, una estufa genera calor, una computadora procesa información y efectúa cálculos, y un televisor reproduce imágenes y sonidos. Sin embargo, la corriente eléctrica nunca adquiere las características del equipo que acciona. Sigue siendo meramente una fuerza. De modo parecido, la fuerza de vida no asume ninguna de las características de los seres que anima. No tiene personalidad ni capacidad de pensar. Tanto las personas como los animales “tienen un solo espíritu” (Eclesiastés 3:19). Así pues, cuando alguien muere, su espíritu no sigue viviendo en otro lugar como criatura espiritual.